jueves, 18 de febrero de 2010

Políticas públicas en la palestra

La política social del gobierno ha sido aplaudida por todos, porque se ha avanzado un montón. Siempre se dice eso, pero en general se hace mención de los indicadores macro o micro... económicos. ¿Es la economía y sus cifras (IPC, UF, Dolar, IMACEC, etc.) un buen indicador?

Es atingente la pregunta cuando se ha cuestionado desde hace tiempo la forma en la que se mide la pobreza, la contra pregunta a la medición del desarrollo. Se plantea que se debe medir relativamente para así poner más énfasis en disminuir las desigualdades. ¿Quién tiene la razón?

Tengo un espíritu práctico y prefiero ver señales informales. Por ejemplo, la falta de inscripciones para votar en las elecciones presidenciales más peleadas desde el retorno de la democracia me indica que la política no moja a nadie hoy en día, salvo a unos pocos que seguimos soñando con cambiar las cosas desde el sistema o quienes sueñan con poder estar manejando los hilos.

Hoy se indica en el diario El Mercurio que 30 mil alumnos dejan el sistema municipal de educación lo que ha obligado a despedir profesores y en analizar la fusión de algunos colegios. Si se discute que la educación pública debe ser para quienes la necesitan, entonces podría decirse que estamos creciendo, pues menos personas requieren del subsidio municipal-estatal para estudiar, pero si vemos los resultados de estos colegios podemos entender o deducir que apenas los padres sienten que pueden costear un mejor colegio, lo intentan. Así evitan paros por deudas históricas o bonos, así evitan que sus hijos engrosen la estadística de malos resultados en el SIMCE y la PSU, los únicos indicadores decentes a estas alturas de como anda nuestra educación.

En este cambio de gobierno y de coalición es posible que estas cifras pasen sin pena ni gloria, que se ignore lo que sucede, especialmente porque la coalición que entra al poder en marzo representa a un sector que prefiere el fin de la educación pública. Sin embargo, incluso los colegios privados son deficientes en cuanto a resultados. Y sumamente caros, en la capital al menos. ¿Qué hacer? ... llorar... pelear... ¿podemos culpar al colegio por la educación de nuestros hijos?

Se trata en verdad de un círculo vicioso donde los padres de poca educación no pueden superar lo que incluso un mal colegio les puede entregar, pero esto es insuficiente para salir de la pobreza. La educación pública está llamada a romper ese círculo, haciéndose cargo de lo que los padres no pueden entregar, pero el escenario obliga a que los padres tomen un rol más activo. La educación privada traspasa la obligación a los padres. Quizás estamos madurando, pero eso no evitará los berrinches al final, cuando estas primeras generaciones vean los frutos de sus esfuerzos. Las expectativas son demasiado altas, hay demasiadas aspiraciones de grandeza en el aire para que un resultado mediocre conforme a alguien.

Nota al margen:

La ministra de vivienda Patricia Poblete señala que existen casos de personas que prefieren vivir en campamentos a utilizar el apoyo del ministerio en obtener vivienda propia y legal. Esta y otras razones obligarían a pensar en que los campamentos nunca dejarán de existir (solo los grandes campamentos podrán ser erradicados). Alcaldes y ONG's rebaten esto. ¿Qué opina querido lector?

Yo lo veo como otra señal de esas que muestran cosas significativas. ¿Será la política de vivienda el problema? Yo también preferiría un rancho con vecinos de años a las viviendas sociales en barrios marginales y llenos de vecinos desconocidos.

viernes, 5 de febrero de 2010

Campaña Muerte con Dignidad

Morir da empleos en hospitales, funerarias, transportes, etc.

Los muertos no necesitan empleo.

Vamos por el millón de empleos!

¿Por qué la sociedad se preocupa de que la gente muera?

¿Porque cuesta dinero?

¿Porque le tenemos miedo a la muerte?

¿Porque nuestros deudos sufren?

¿Acaso no pasamos a mejor vida dicen algunos?

¿Acaso todo acaba y ya no existes ni piensas dicen otros?

Estonces vive feliz y muere con dignidad. Que tus sufrimientos no sean autoinfligidos.