Les dejo mi segundo cuento. Cualquier parecido con la realidad es una triste coincidencia.
EL CAUDILLO
Como buen caudillo, Francisco sabía cómo dominar una situación tensa sólo por su mera presencia. Cuando él entraba a las reuniones anuales de partido, era habitual que se produjera un respetuoso silencio. Temeroso dirían algunos. De terror, pensaba su asistente personal. Esas personas que se hacían llamar “camaradas” no lo conocían realmente, lo único que les importaba era la habilidad de Francisco para perpetuarse como Senador y arrastrar consigo a cualquier compañero de lista que tuviese. Bueno, y obviamente al poder y las influencias que eso trae consigo.
EL CAUDILLO
Como buen caudillo, Francisco sabía cómo dominar una situación tensa sólo por su mera presencia. Cuando él entraba a las reuniones anuales de partido, era habitual que se produjera un respetuoso silencio. Temeroso dirían algunos. De terror, pensaba su asistente personal. Esas personas que se hacían llamar “camaradas” no lo conocían realmente, lo único que les importaba era la habilidad de Francisco para perpetuarse como Senador y arrastrar consigo a cualquier compañero de lista que tuviese. Bueno, y obviamente al poder y las influencias que eso trae consigo.
El buen Francisco decían irónicamente, tan grande de nombre
como de porte. Porque Francisco era, lo que se dice popularmente, un ropero de
dos cuerpos. A algunos “camaradas” les parecía gracioso. Pero Francisco los
ignoraba a tal punto, que a los pobres les resultaría difícil escalar en la
jerarquía del partido.
Para todo el mundo, o al menos para la mayoría, Francisco
era un líder orientativo, una especie de visionario que veía, en todo aquel que
se le acercaba, algún potencial aporte en el proyecto de desarrollo futuro que
tenía para su región. Así sentía a la región a veces, como si fuese suya.
También sabía cómo someterla, si se volvía caprichosa.
La comisión de transportes que presidía estaba revisando un
proyecto de concesiones que, si se aprobaba, significarían miles de millones de
dólares de inversiones durante una década. El tema en discusión era la zona
donde se construiría el Mega túnel que uniría a Chile y Argentina, formando
parte de una Mega carretera que llegaría hasta el norte de Brasil.
Una de las posibles zonas pasaba por su región y, por lo
tanto, estaría bajo su influencia. Sin duda sus propias inversiones en diversos
terrenos y empresas constructoras podrían aprovechar esa repentina bonanza de
recursos en la región. Francisco tendría que deber favores para lograrlo, pero
la torta era grande y él se podría quedar con una buena parte, si era lo
suficientemente generoso con sus camaradas en la comisión.
No fue difícil la batalla mediática, dado que la otra zona
ideal para el túnel era Santiago. La tendencia política apuntaba a que lo más
popular era llevar las inversiones a una región, en vez de continuar aumentando
el centralismo del país.
Lo más difícil serían las conversaciones con las pequeñas
comunidades rurales que serían afectadas por el Mega proyecto. Pero eso lo
dejaría en manos de las empresas y sus áreas de relaciones comunitarias. Y si
surgía alguna dificultad mayor, Francisco se encargaría de atenderlo
personalmente.
Con la confianza de Francisco en la cima, su equipo de
asesores recomendó ir lo más pronto posible a la zona de conflicto. Dado que el
próximo año se vienen las elecciones y no ha ido desde las elecciones pasadas, puede
matar dos pájaros de un tiro. Además, no había tiempo que perder si quería
lograr la aprobación del proyecto.
Pero su excesiva confianza resultó ser también su talón de Aquiles.
Significó que no vislumbrara la potencial trampa hacia la que se dirigía.
Después de todo, esos “camaradas” que solía ignorar eran los herederos de otros
viejos caudillos nacionales, y la actitud de Francisco no caía nada de bien.
Tal vez eran insignificantes para Francisco, pero no para sus rivales
políticos.
Para comprender el origen del conflicto que llevó a
Francisco a su caída del Olimpo político, hay que entender que la familia de
Francisco es originaria de la zona en conflicto. Debido a esto, muchas
propiedades que podrán beneficiarse de una carretera de tal envergadura
pertenecen a Francisco y su familia.
Francisco, además de un gran caudillo, es también un
conocido pichula loca de la zona, hablando en términos populares claro está.
Los veranos familiares durante su adolescencia no solo causaban revuelo en el
pueblo, sino que también causaban furor entre las niñas de la zona. Cómo se
divertía Francisco, cada vez que iba a la zona. Y si había algún problema, su
papá lo cubría.
Es curiosa la relación entre padres e hijos, en las altas
esferas de la política nacional. Hay una especie de relación de dependencia que
no se termina nunca. Hasta que el líder muere. En este caso, Francisco era
relativamente viejo, con hijos inútiles – según su propia opinión – y su padre
llevaba muerto varios años. En cambio, sus molestosos “camaradas” aún tenían a
sus papás, un poco más viejos y avezados en estas peleas de gallos.
Quién podría imaginar que, durante su visita más mediática a
la zona, en medio de una caravana que lo aclamaba, aparecería una versión más
joven que él entre la gente, un ropero de dos cuerpos sin barba ni canas, la
viva encarnación de Francisco hace 25 años atrás. ¿Podría ser demasiada
coincidencia? – Se preguntó.
¿Y por qué hay tantos reporteros? – Después de ese
pensamiento sintió que fueron segundos en su cabeza, pero fue todo lo que
necesitaban sus enemigos políticos. Destapar una olla de especulaciones sobre
la moral de Francisco.
Le tomó un par de días acusar el golpe, después de ver en la
televisión su reacción, frente a su versión más joven.
¿Por qué lo abracé? – se preguntaba una y otra vez. Aún no
lo entendía.
Le tomó otro par de semanas para averiguar de dónde venía
aquel torpedo a su imagen, pero el daño ya estaba hecho.
Pocos años después, aún intentando recuperar su capital
político, Francisco decidió dejar el partido y comenzar el suyo propio, al
alero de una Fundación que le permitiera recaudar fondos. Una mañana lo
encontraron muerto en su escritorio de la Fundación, entre papeles y pancartas
para su próxima campaña por la presidencia. Los informes médicos dirían que un
fuerte ataque al corazón había acabado casi instantáneamente con su vida, pero
nadie reparó en el teléfono descolgado a su lado ni se revisaron las llamadas
ingresadas esa mañana a su oficina. Las noticias se centraron en su historial
político y en la aparición de varias personas que aseguraban ser otro hijo o
hija no reconocido de Francisco.
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