Da la sensación de que se perdió mucho con el terremoto que asoló a Chile, pero también se ganó una tremanda oportunidad, tal como lo refleja este artículo, a pesar de la tentación que surge por basar los logros solo en la reconstrucción física del país.
También se ganó en cohesión social, con muestras de solidaridad insospechadas, elevadas en generosidad y aún persistentes, pese a que el terremoto ya huele a noticia vieja para los medios de comunicación masivos. En solo 2 minutos y fracción, el 27 de febrero de 2010, todas las demandas sectoriales que estabamos esperando en marzo han sido indefinidamente pospuestas (profesores, estudiantes secundarios, universitarios, salud, funcionarios públicos, etc.). La naturaleza nos demuestra que estamos solos contra ella y así nos mueve instintivamente a reunirnos en una causa común, sobrevivir.
Estamos más unidos que nunca y qué mejor momento que ahora para hacer los cambios que todos anhelamos, a saber, la dignidad de la vivienda, la salud y la educación que todo ser humano (no solo chileno, recordemos a los miles de inmigrantes en este país) merece.
Podemos desaprovechar esto y caminos hay múltiples en este sentido. Podemos empezar con reinauguraciones de colegios, de municipios, de iglesias, autopistas. Hay de sobra para los cuatro años de este gobierno y los cuatro del próximo. Sin duda la emergencia es dar vivienda a los miles de damnificados antes del otoño-invierno, que en el sur ya muerde los talones.
Por suerte nuestra economía ha sido bien sostenida y hoy Chile puede endeudarse largamente, apretarse el cinturón con las tasas de interés elevadas para controlar la inflación, pero con créditos abundantes y flexibles para los damnificados. Aunque duela, deberá hacerse una política económica y social sectorizada por primera vez. La necesidad tiene cara de hereje y la ideología debe ser guardada si se quiere salvar el momento.
Sin embargo, deberemos esperar en el corto plazo demandas de un lado y de otro, algunos pidiendo menos trabas para el emprendimiento privado privado y otros mayor carga tributaria a los extractores de recursos naturales (hidroeléctricas, minería, pesca industrial, etc.).
Un desarrollo futuro deseable implica un delicado equilibrio en estas dos áreas, porque sin duda todos queremos más libertad para emprender, pero no si eso significa menos fiscalización, como ocurrió con la construcción en altura en los últimos años. También queremos que se pague lo justo (y hoy sin duda no es así) por extraer nuestros recursos naturales, pero sin espantar a los inversionistas. Si vamos caminando para ser desarrollados hay que ver cuales son las condiciones que existen hoy en el mundo respecto a estas dos áreas de ingreso Estatal.
Tal vez se haga todo mal por parte de las autoridades y seamos la mascota subdesarrollada de la OECD. Pero al final, la historia puede ser de los ciudadanos, de la unión de este país cambiar la tendencia, no del gobierno. Y esta cohesión surgida de la necesidad parece ser la llave que nos abra la puerta de una sociedad activa, constructora de su propio futuro.
Estamos todos llamados a construir nuestro futuro. El mejor ejemplo de ello son los saqueadores que voluntariamente decidieron devolver todo lo robado. Nunca es tarde para arrepentirse y modificar las acciones.
Fuerza Chile!
Figura extraída de aquí.
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