martes, 9 de agosto de 2011

La verdad de la ceguera social


El filósofo chileno Matín Hopenhayn advierte que el hábito social nos impulsa a creer que la verdad llama a las cosas por su nombre (citado por Rodríguez, 2003). Decimos “verdad” seguido de un conjunto de palabras y construimos una realidad en torno a ellas, nos rodeamos de esas palabras y de quienes las usan como nosotros, con lo cual armamos nuestras redes y nuestras formas de relacionarnos.

Si pues, no es raro entonces que pensemos sobre la mayoría de las cosas de la misma forma en que la ve nuestro entorno, nuestra realidad. No es un ejercicio fácil mirar y ponerse en el lugar de otras realidades.
Sé de un académico de una prestigiosa universidad tradicional chilena que decía “pero para qué se endeuda la gente si no puede pagar, para qué regular algo si la gente sabe lo que hace”. He aquí una sentencia que es tomada por verdadera, por él.

Rodriguez (2003) analiza una novela de José Donoso llamada “El Lugar sin Límites”. No la he leído, pero el artículo señala sobre la reflexión que realiza el libro sobre lo humano. Usted, caballero, señora, ¿ha pensado alguna vez más allá de su carne y sus cosas? ¿Ha pensado sobre lo humano? Yo reconozco que lo hago poco, además de que no es una reflexión fácil, hay que tener un vocabulario más o menos amplio. Sin embargo, eso es lo maravilloso de entender lo que leo, ya que puedo reflexionar gracias a otro que lo expresó mejor que yo. 

Lamentablemente muchos chilenos no tienen la suerte que tengo yo de entender lo que leen, como tampoco pueden comparar y entender la tasas de interés, como lo hago yo. Tal vez por eso y otras complejidades se endeuda la gente. Vaya a saber uno.

Soy un privilegiado, lo sé y eso me pone una mochila que estoy tratando de cargar como puedo, quizás como muchos profesionales jóvenes o ni tanto tratan de hacerlo, entre medio de la pega de oficina, de llevar a los hijos a la playa, de las discusiones con la polola o la señora. Aprender a vivir con otra persona demanda mucho tiempo y energía. Trabajar y ganarse un lugar o reconocimiento cuesta sudor y lágrimas. 

¿Qué gano yo preocupándome por un problema que no me toca y cuya solución no me compete?

Por eso los primeros párrafos. La verdad, la realidad, la comunidad. Todo calza pollo. No importa si sales a la calle o no, si opinas en Emol o en El Mostrador. Todo lo que importa es “tu verdad”. ¿Cuál es tu verdad, te lo has preguntado? Hazlo, porque con ella construyes realidad, aunque no te des cuenta.

Y sobre este punto es la reflexión que hoy planteo aquí: La esencia humana no se caracteriza por la coherencia y la unidad. Desde que nacemos recibimos la verdad de padres, abuelos, tíos, profesores y cuanto adulto nos rodea. Somos niños dicen y se nos debe educar. ¿Cómo hablar de coherencia en un niño en formación? Simplemente no es nuestra esencia y lo demuestra nuestra adolescencia, ya que ahí es cuando nos revelamos a la verdad concedida. Cuestionamos a padres, tíos, profes, etc. Es parte de la esencia humana cuestionar y así, en esta revolución de lo establecido, forjamos nuestra verdad, esa que nos define y que nos permite tener una opinión.

Hasta aquí, ¿se entiende que no existe “una verdad”? La esencia humana está hecha de adaptación. Por eso estamos en tantos medios ambientes y culturas diferentes. El mismo mono que sabe que sabe. Ese mismo cae parado donde lo tire. Ya sea en una población callampa, donde sobrevivirá a punta de estoques o en un barrio pirulais, donde sobrevivirá a punta de cheques. Eso es sobrevivir a tu entorno, aunque el arma sea diferente. 

Lo interesante es que también es nuestra esencia la empatía. Bueno, algunos lo desarrollan más que otros. Pero el punto es que como ser humano, los sentimientos no son una cosa extraña. La tristeza o alegría, la decepción o el entusiasmo, la rabia o la euforia no debiesen ser sentimientos extraños para ninguno de nosotros.

¿Y por qué no podemos comunicarnos, socialmente por ejemplo, en una comida familiar, o en la oficina? Esencia las pailas. Aquí no hay esencia, aquí se hace lo que la mamá dice, lo que el jefe dice, lo que el presidente dice.

Yo creo que esa es la gracia de reflexionar un poco. En perspectiva puedo ver esa coraza que llamamos verdad, valores, ideal. Y se pone más dura cuando nuestra valoración de nosotros mismos es menor, cuando el esfuerzo de ser nosotros mismos es mayor. Si alguien cuestiona eso, entonces es casi una ofensa personal, la respuesta es enérgica, incluso violenta si el valor cuestionado es muy querido.

Si yo me compré que tengo la verdad y además tengo autoridad, entonces la verdad es que debo hacerme respetar. No importan argumentos, no importa la verdad de otros. Importa lo que dice la ley y yo soy su instrumento. 


No es difícil entender por qué tanta falta de diálogo en Chile. Somos positivistas, porque nos tapamos en contratos, leyes, decretos, normas. Nos ha costado tanto tener una institucionalidad respetable, que no permitiremos que nada la vulnere. El problema es justamente averiguar cómo revertir lo anterior. A mi se me ocurren chorrocientas ideas, pero ¿a quién le importa? Alguien que tenga la autoridad o influencia suficiente pase por aquí por favor. 

Me uno a la mayoría de los chilenos que vemos esto por radio, TV, twitter, diarios, medios digitales independientes como este en el cual escribo. Y nos sentimos impotentes. Queremos más diálogo, queremos que impere la razón por sobre la ley o la autoridad. Queremos que impere la paz por sobre las piedras y barricadas. 

Mi verdad: La educación es un tema de sociedad que nos debe importar a todos. Es transversal. Sin educación no podemos reflexionar, no podemos comunicarnos. Con los niveles de desigualdad que hoy existen, la gente en La Pintana habla un idioma diferente a la gente que vive en Las Condes. Son realidades distintas. Este sistema político-económico segregador nos está dividiendo. Nos está matando. Por favor no lo permitamos. No odiemos al del lado por defender su verdad o porque esta es diferente a la mía. Y quienes más educación tenemos, más deber tenemos con este tema. Miremos al pasado y aprendamos que ni piedras, ni lacrimógenas, ni la política de los acuerdos entre amigos nos sacará de este carril por el cual vamos directo al desastre.

Si, usted, el que lee, no se haga el loco. A usted, como a mi, nos toca nuestro pedazo de realidad.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace un tiempo descubrí tu página y la leo de vez en cuando porque me gusta tu foma de ver la vida, no tengo nada que ver contigo , no tenemos ni el mismo sexo, ni edad, ni cultura ni país de procedencia sólo el mismo destno ese al que nunca llegaremos los inconformes.
Soy española por nacimiento a patria por voluntad,tengo cuarenta y muchos y soy mujer.
Sigue escribiendo, no dejes de pensar y aquí te espero ....en el lugar donde estamos todos los que nunca hemos podido dejar de hacerlo.

MeRiAdOx dijo...

Hola Anónima... la verdad es que me honras... muchísimas gracias...

Escribo muchas veces sin saber quién lee o por qué, pero saber de otros que están en la misma busqueda, en la reflexión, aunque no sepa qué o cuándo, me hace sentir más acompañado.

Fuerza España! y fuerza a todos los países que están empezando a despertar. Abran los ojos!

Que mi Chile también pueda hacerlo!

Cariños