Imbricación fundamental entre identidad y cognición
Extractos (cursivas) y análisis (ennegrecido)
de una conferencia de Varela.
La autopoiesis trata el tema del
organismo como sistema vivo mínimo, caracterizando su modo básico de identidad. Esto es,
propiamente hablando, trata el tema a un nivel ontológico: el acento recae
sobre la forma en que un sistema se convierte o deviene en una entidad
distinguible, y no sobre su composición molecular específica y configuraciones
históricas contingentes.
Para Varela, la autopoiesis se
aplica directamente en el campo de la biología, por lo que sus ejemplos rondan
este campo. Sin embargo, la aplicación del concepto puede extenderse a otros
sistemas autónomos y autoreplicantes.
La autopoiesis pretende capturar
los mecanismos o procesos que generan la identidad de lo vivo, y servir, así,
como distinción categorial de lo vivo frente a lo no-vivo. Esta identidad
equivale a una coherencia auto-producida: el mecanismo autopoiético se mantendrá
a sí mismo como unidad distinta mientras su concatenación básica de procesos se
mantenga intacta en presencia de perturbaciones, y desaparecerá cuando se enfrente
a perturbaciones que superen cierto umbral de viabilidad, lo cual dependerá del
sistema bajo consideración.
La elección del sistema es la
puerta para abordar otras “identidades”, por decirlo de alguna forma. Bauman
cita a Nicklas Luhmann como el sociólogo que acuñó la noción de autopoiesis
dentro de su disciplina, en su libro “Modernidad Líquida”. Este es un ejemplo
de otras disciplinas que pueden enriquecerse con esta dialéctica propuesta
originalmente por Maturana y Varela.
Me parece que esta causalidad recíproca
(propiedad de la autopoiesis, similar al
principio de recursión organizativa de los sistemas complejos) hace mucho para evacuar la oposición mecanicismo/vitalismo,
y nos permite movernos a una fase más productiva de identificación de
diferentes modos de autoorganización en los que lo local y lo global se encuentran
explícitamente entrelazados gracias a esta causalidad recíproca. La autopoiesis
es un inmejorable ejemplo de este tipo de dialéctica entre el nivel de
componentes locales y el todo global, unidos en relación recíproca a través de
los requerimientos constitutivos de una entidad que se auto-separa de su
entorno. En este sentido la autopoiesis, como caracterización de lo vivo, no
cae en los extremos tradicionales tanto del vitalismo como del reduccionismo.
Un modo de aclarar la
especificidad de la autopoiesis es pensar en su auto-referencialidad como
aquella organización que mantiene la propia organización como invariante. Toda
la constitución físico-química está en flujo constante; el patrón se mantiene,
y solamente a través de su invarianza puede determinarse el flujo de los
componentes que lo realizan.
Para mantener esa invarianza, el
organismo vivo debe transformar su entorno para diferenciarse de él. El mismo
acto de respirar es un ejemplo (de la biología) de transformación del entorno,
que se produce en el individuo u organismo autopoiético, permitiéndole
permanecer como tal en dicho entorno.
En resumen, esta permanente e
implacable acción sobre lo que falta (esa característica o propiedad del
entorno que se debe transformar para permitir la existencia del organismo) se
convierte, desde el lado del observador, en la continua actividad cognitiva del
sistema, que está a la base de la inconmensurable diferencia entre el entorno
en el que el sistema es observado, y el mundo en el que opera el sistema.
En su propio origen esta
actividad cognitiva[r1] resulta paradójica. Por un lado la acción
que da lugar a un mundo es un intento de restablecer un acoplamiento con un
entorno que desafía la coherencia interna a través de encuentros y perturbaciones.
Pero estas acciones, al mismo tiempo, demarcan y separan al sistema de su
entorno, dando lugar a un mundo diferenciado.
Indudablemente la vida escala en
complejidad[r2] y el sistema analizado puede estar
constituido por un grupo de seres autopoiéticos, a su vez. Este aumento de la
complejidad también debiera impactar en la complejidad de la capacidad
cognitiva del sistema.
El término cognitivo posee dos dimensiones
constitutivas: en primer lugar su dimensión de acoplamiento, esto es, una unión
con su entorno que permite su continuidad como entidad individual; en segundo
lugar —forzando el lenguaje, lo reconozco— su dimensión imaginaria, es decir,
el excedente de significatividad que una interacción adquiere, desde la
perspectiva de la acción global del organismo.
En el desarrollo de
este concepto, Varela señala “La
lógica fundamental del sistema nervioso es la de acoplar movimientos con una
corriente de modulaciones sensoriales, de una forma circular”.
Solo en la fluidez
del acople, se podría generar la capacidad de movimiento. Parece paradójico,
cuando se entiende el movimiento como dirigirse en la dirección “deseada”. La intencionalidad
del movimiento parece chocar con la idea de un acople, entre el entorno y el
organismo.
Sin embargo, la
cognición de sistemas complejos no es la suma de las cogniciones de sus
componentes. Las propiedades emergentes y la capacidad de autogeneración
producen ramificaciones que bien pueden perdurar o no, dependiendo de su acople
con el entorno.
El foco está en el
acople, me parece. Ese movimiento debe ser correlativo al entorno, lo cual no
implica necesariamente una causalidad ni una dirección o vector preferencial o
exclusivo.
Frente a lo que suele ser
habitual, me gustaría enfatizar desde el comienzo el situacionismo de esta neuro-lógica: el estado
de activación de los sensores viene dado, la mayoría de las veces, por los
movimientos del organismo. En gran medida, la conducta es la regulación de la
percepción. Esto no excluye, por supuesto, perturbaciones independientes que
vienen del entorno. Pero lo que típicamente se describe como “estímulo” en el
laboratorio, una perturbación que es deliberadamente independiente de la
actividad presente del organismo, es menos pertinente (fuera del laboratorio)
para entender la biología de la cognición.
Las dinámicas neuronales que
subyacen a una tarea percepto-motora, es un asunto de redes, un sistema
bidireccional, altamente cooperativo, y no un una secuencia paso a paso de abstracción
de información.
El foco está en la cooperación,
me parece. Visto en un nivel tan complejo como una red neuronal, la
bidireccionalidad de la interacción es fundamental, a mi entender, para la
entender la cognición de sistemas más complejos aún, sin que esto cierre el
paso a otras propiedades emergentes que no visualizamos.
Entonces, acople y cooperación
son dos buenos conceptos para pensar en la cognición. El acople fluido será
aquel donde la cooperación exista, por lo que me atrevo a decir que la cooperación
es un principio superior al acople, en cuanto tenemos una complejidad
creciente.
Es interesante observar que
dentro de un sistema autopoiético, parece inevitable la aparición de sistemas
autopoiéticos internos, en un proceso inevitable de aumento de la complejidad,
lo cual resulta casi obvio de decir si damos por cierta nuestra evolución desde
organismos unicelulares.
Ahora, pensemos por un momento
en un movimiento social como un organismo vivo, nacido en el “caldo de cultivo”
de una sociedad cada vez más grande y compleja. Estamos viendo el nacimiento de
un nuevo organismo, llamado movimiento social, en este caldo de cultivo
primordial. Un símil a la teoría de la aparición de la vida en el mar.
Pensemos ahora qué es el entorno
donde los movimientos sociales (organismos) nacen, en ese caldo primordial.
Nuestro entorno hace 100 años
era nuestra ciudad o nuestro país. Un movimiento social puede ser de tantas
personas como se quiera, pero mayor que uno. Hace 100 años podíamos generar
movimientos concertados, como un “gran” organismo, solo hasta donde nuestras
comunicaciones llegaran (en un tiempo razonable a la velocidad de los
acontecimientos).
Hoy, nuestra capacidad de
comunicarnos a largas distancias y en forma instantánea es el caldo de cultivo
de esta modernidad líquida, como la define Bauman. Este caldo de cultivo es
totalmente diferente al que teníamos hace 100 años.
Otro elemento que acompaña a
esta globalidad, de esta expansión del entorno, ha sido el crecimiento
explosivo de la población y el aumento del consumo de recursos naturales.
Hoy se podría decir que el ser
humano ha detenido el aumento de complejidad en la naturaleza “viva”, siendo
quizás el principal contribuyente a su desaparición. Lo curioso es el aumento
correlativo de la complejidad social e intelectual. Ya hemos creado máquinas
autoreplicantes y el camino sigue su rumbo hacia la inteligencia artificial. Nota
aparte, creo que Asimov fue un visionario, un creador de realidad y un
intérprete de los peligros que enfrenta nuestra especie.
Podemos pensar en la sociedad
humana y sus relaciones como un
ecosistema opuesto, antimateria del ecosistema que llamamos naturaleza (y de la
cual el ser humano hace milenios que se siente superior). Dos sistemas autopoiéticos
en contraposición. Esto implicaría, si estoy en lo cierto, que necesariamente
debe existir un sistema autopoiético que contenga a la naturaleza y a la
sociedad humana (o uno de ellos se destruirá por haber excedido al umbral de
perturbación posible, y dada a la interdependencia entre el sistema
autopoiético y su entorno ,irremediablemente el otro sistema también
desaparecerá “ó” se producirá la simbiosis entre los sistemas).
Volviendo a esta suerte de
aparición de un organismo en el caldo primordial de la modernidad líquida, es
evidente que algunos lo logran y otros no. ¿Por qué?
La pregunta pretende ir a
entender cómo se genera (el límite que define el sistema autopoiético como un
ente independiente de su su entorno, pero que depende de este) la membrana qué
permite el intercambio con el entorno, cómo se transmite la información
internamente, cómo se produce la cognición, cuál el mecanismo de acople y si el
nivel de complejidad permite una cognición sistémica, un movimiento fluido del
organismo en su entorno.
Este potencial sistema
autopoiético llamado movimiento social debería al menos considerar “…su dimensión de acoplamiento, esto es, una
unión con su entorno que permite su continuidad como entidad individual…”
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