jueves, 17 de abril de 2014

Identidad y Cognición



Imbricación fundamental entre identidad y cognición
Extractos (cursivas) y análisis (ennegrecido) de una conferencia de Varela.




La autopoiesis trata el tema del organismo como sistema vivo mínimo, caracterizando su modo básico de identidad. Esto es, propiamente hablando, trata el tema a un nivel ontológico: el acento recae sobre la forma en que un sistema se convierte o deviene en una entidad distinguible, y no sobre su composición molecular específica y configuraciones históricas contingentes.

Para Varela, la autopoiesis se aplica directamente en el campo de la biología, por lo que sus ejemplos rondan este campo. Sin embargo, la aplicación del concepto puede extenderse a otros sistemas autónomos y autoreplicantes.

La autopoiesis pretende capturar los mecanismos o procesos que generan la identidad de lo vivo, y servir, así, como distinción categorial de lo vivo frente a lo no-vivo. Esta identidad equivale a una coherencia auto-producida: el mecanismo autopoiético se mantendrá a sí mismo como unidad distinta mientras su concatenación básica de procesos se mantenga intacta en presencia de perturbaciones, y desaparecerá cuando se enfrente a perturbaciones que superen cierto umbral de viabilidad, lo cual dependerá del sistema bajo consideración.

La elección del sistema es la puerta para abordar otras “identidades”, por decirlo de alguna forma. Bauman cita a Nicklas Luhmann como el sociólogo que acuñó la noción de autopoiesis dentro de su disciplina, en su libro “Modernidad Líquida”. Este es un ejemplo de otras disciplinas que pueden enriquecerse con esta dialéctica propuesta originalmente por Maturana y Varela.

Me parece que esta causalidad recíproca (propiedad de la autopoiesis, similar al principio de recursión organizativa de los sistemas complejos) hace mucho para evacuar la oposición mecanicismo/vitalismo, y nos permite movernos a una fase más productiva de identificación de diferentes modos de autoorganización en los que lo local y lo global se encuentran explícitamente entrelazados gracias a esta causalidad recíproca. La autopoiesis es un inmejorable ejemplo de este tipo de dialéctica entre el nivel de componentes locales y el todo global, unidos en relación recíproca a través de los requerimientos constitutivos de una entidad que se auto-separa de su entorno. En este sentido la autopoiesis, como caracterización de lo vivo, no cae en los extremos tradicionales tanto del vitalismo como del reduccionismo.

Un modo de aclarar la especificidad de la autopoiesis es pensar en su auto-referencialidad como aquella organización que mantiene la propia organización como invariante. Toda la constitución físico-química está en flujo constante; el patrón se mantiene, y solamente a través de su invarianza puede determinarse el flujo de los componentes que lo realizan.

Para mantener esa invarianza, el organismo vivo debe transformar su entorno para diferenciarse de él. El mismo acto de respirar es un ejemplo (de la biología) de transformación del entorno, que se produce en el individuo u organismo autopoiético, permitiéndole permanecer como tal en dicho entorno.

En resumen, esta permanente e implacable acción sobre lo que falta (esa característica o propiedad del entorno que se debe transformar para permitir la existencia del organismo) se convierte, desde el lado del observador, en la continua actividad cognitiva del sistema, que está a la base de la inconmensurable diferencia entre el entorno en el que el sistema es observado, y el mundo en el que opera el sistema.

En su propio origen esta actividad cognitiva[r1]  resulta paradójica. Por un lado la acción que da lugar a un mundo es un intento de restablecer un acoplamiento con un entorno que desafía la coherencia interna a través de encuentros y perturbaciones. Pero estas acciones, al mismo tiempo, demarcan y separan al sistema de su entorno, dando lugar a un mundo diferenciado.

Indudablemente la vida escala en complejidad[r2]  y el sistema analizado puede estar constituido por un grupo de seres autopoiéticos, a su vez. Este aumento de la complejidad también debiera impactar en la complejidad de la capacidad cognitiva del sistema.

El término cognitivo posee dos dimensiones constitutivas: en primer lugar su dimensión de acoplamiento, esto es, una unión con su entorno que permite su continuidad como entidad individual; en segundo lugar —forzando el lenguaje, lo reconozco— su dimensión imaginaria, es decir, el excedente de significatividad que una interacción adquiere, desde la perspectiva de la acción global del organismo.

En el desarrollo de este concepto, Varela señalaLa lógica fundamental del sistema nervioso es la de acoplar movimientos con una corriente de modulaciones sensoriales, de una forma circular”.

Solo en la fluidez del acople, se podría generar la capacidad de movimiento. Parece paradójico, cuando se entiende el movimiento como dirigirse en la dirección “deseada”. La intencionalidad del movimiento parece chocar con la idea de un acople, entre el entorno y el organismo. 

Sin embargo, la cognición de sistemas complejos no es la suma de las cogniciones de sus componentes. Las propiedades emergentes y la capacidad de autogeneración producen ramificaciones que bien pueden perdurar o no, dependiendo de su acople con el entorno.

El foco está en el acople, me parece. Ese movimiento debe ser correlativo al entorno, lo cual no implica necesariamente una causalidad ni una dirección o vector preferencial o exclusivo. 

Frente a lo que suele ser habitual, me gustaría enfatizar desde el comienzo el situacionismo de esta neuro-lógica: el estado de activación de los sensores viene dado, la mayoría de las veces, por los movimientos del organismo. En gran medida, la conducta es la regulación de la percepción. Esto no excluye, por supuesto, perturbaciones independientes que vienen del entorno. Pero lo que  típicamente se describe como “estímulo” en el laboratorio, una perturbación que es deliberadamente independiente de la actividad presente del organismo, es menos pertinente (fuera del laboratorio) para entender la biología de la cognición.

Las dinámicas neuronales que subyacen a una tarea percepto-motora, es un asunto de redes, un sistema bidireccional, altamente cooperativo, y no un una secuencia paso a paso de abstracción de información.

El foco está en la cooperación, me parece. Visto en un nivel tan complejo como una red neuronal, la bidireccionalidad de la interacción es fundamental, a mi entender, para la entender la cognición de sistemas más complejos aún, sin que esto cierre el paso a otras propiedades emergentes que no visualizamos.

Entonces, acople y cooperación son dos buenos conceptos para pensar en la cognición. El acople fluido será aquel donde la cooperación exista, por lo que me atrevo a decir que la cooperación es un principio superior al acople, en cuanto tenemos una complejidad creciente.

Es interesante observar que dentro de un sistema autopoiético, parece inevitable la aparición de sistemas autopoiéticos internos, en un proceso inevitable de aumento de la complejidad, lo cual resulta casi obvio de decir si damos por cierta nuestra evolución desde organismos unicelulares.

Ahora, pensemos por un momento en un movimiento social como un organismo vivo, nacido en el “caldo de cultivo” de una sociedad cada vez más grande y compleja. Estamos viendo el nacimiento de un nuevo organismo, llamado movimiento social, en este caldo de cultivo primordial. Un símil a la teoría de la aparición de la vida en el mar.

Pensemos ahora qué es el entorno donde los movimientos sociales (organismos) nacen, en ese caldo primordial.

Nuestro entorno hace 100 años era nuestra ciudad o nuestro país. Un movimiento social puede ser de tantas personas como se quiera, pero mayor que uno. Hace 100 años podíamos generar movimientos concertados, como un “gran” organismo, solo hasta donde nuestras comunicaciones llegaran (en un tiempo razonable a la velocidad de los acontecimientos).

Hoy, nuestra capacidad de comunicarnos a largas distancias y en forma instantánea es el caldo de cultivo de esta modernidad líquida, como la define Bauman. Este caldo de cultivo es totalmente diferente al que teníamos hace 100 años.

Otro elemento que acompaña a esta globalidad, de esta expansión del entorno, ha sido el crecimiento explosivo de la población y el aumento del consumo de recursos naturales.

Hoy se podría decir que el ser humano ha detenido el aumento de complejidad en la naturaleza “viva”, siendo quizás el principal contribuyente a su desaparición. Lo curioso es el aumento correlativo de la complejidad social e intelectual. Ya hemos creado máquinas autoreplicantes y el camino sigue su rumbo hacia la inteligencia artificial. Nota aparte, creo que Asimov fue un visionario, un creador de realidad y un intérprete de los peligros que enfrenta nuestra especie.

Podemos pensar en la sociedad humana  y sus relaciones como un ecosistema opuesto, antimateria del ecosistema que llamamos naturaleza (y de la cual el ser humano hace milenios que se siente superior). Dos sistemas autopoiéticos en contraposición. Esto implicaría, si estoy en lo cierto, que necesariamente debe existir un sistema autopoiético que contenga a la naturaleza y a la sociedad humana (o uno de ellos se destruirá por haber excedido al umbral de perturbación posible, y dada a la interdependencia entre el sistema autopoiético y su entorno ,irremediablemente el otro sistema también desaparecerá “ó” se producirá la simbiosis entre los sistemas).

Volviendo a esta suerte de aparición de un organismo en el caldo primordial de la modernidad líquida, es evidente que algunos lo logran y otros no. ¿Por qué?

La pregunta pretende ir a entender cómo se genera (el límite que define el sistema autopoiético como un ente independiente de su su entorno, pero que depende de este) la membrana qué permite el intercambio con el entorno, cómo se transmite la información internamente, cómo se produce la cognición, cuál el mecanismo de acople y si el nivel de complejidad permite una cognición sistémica, un movimiento fluido del organismo en su entorno.

Este potencial sistema autopoiético llamado movimiento social debería al menos considerar “…su dimensión de acoplamiento, esto es, una unión con su entorno que permite su continuidad como entidad individual…”






 [r1]http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0717-92272001000400004&script=sci_arttext

 [r2]http://www.publicacions.ub.edu/revistes/phonica7/documentos/731.pdf
 


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