La Pregunta
Una pareja, de esas que se adoran con toda el alma, sostiene una conversación tierna y profunda, tendidos en
un parque, disfrutando del hermoso día.
En ese instante pasa por el sendero cercano una mujer como no se había visto nunca. No solo su porte
era deslumbrante, sus senos eran firmes y sus piernas altas y fuertes. Su
rostro bello era dulce, pero inteligente.
Él la sigue con la mirada por un instante, ajeno a la
conversación, hasta que vuelve la mirada rápidamente al darse cuenta del
lapsus. Su mujer lo mira con ojos suspicaces, un poco divertida por la
situación y le pregunta
– ¿Te gusta? –
– ¿A quién no, mírala? –
– Pero me engañarías por alguien así… –
– Lo dudo querida –
– ¡Pero mírala! – Le dice, mientras sonríe por la comisura
de sus ojos. Lo está probando.
– Está bien, entiendo tu punto, pero no lo has pensado
detenidamente –
– Ah!… ¿No? –
– No querida, no lo has pensado bien –
– Explícamelo entonces… –
– ¿Qué quieres que te diga?, eres demasiado feminista para
entenderlo –
– ¿Qué tiene que ver mi postura sobre el rol de género? –
– Que si te digo que esa mujer es un pedazo de carne me
tildarás de cerdo machista y no escucharás nada de lo que tengo que decir –
– Ya, ok… pero ese es un buen pedazo de carne, ¿no?– Esta
vez la mujer se ríe, dando por ganada la broma.
– Tienes razón, sin duda es el mejor corte que he visto en
muchos años –
– Ah! ¿Lo reconoces entonces? –
– Mira, creo que puedo explicarlo en términos no sexistas,
ya que quieres oírlo –
– ¡Sorpréndeme! – Le dice ella, mientras sonríe maliciosamente.
Lo ha atrapado en su necesidad más básica. El sexo. Tendrá que ceder.
– Tú eres como mi libreta de notas, esa que siempre traigo
conmigo, pues mi vida no sería la misma sin la posibilidad de escribir e
imaginar el mundo como quiero que sea. Yo soy un escritor y junto a ti creo mi
mundo, lo que quiero vivir y experimentar –
Ella, conmovida, le sujeta la mano y lo mira con los ojos
anegados de emoción. No debió molestarlo con algo tan simple. Su vida juntos es
suficiente para decirle que él la ama por sobre todas las cosas.
– Tú sabes que me gusta leer, ¿no? – Pregunta el,
desinteresadamente.
– ¡Eres un devora libros! – Dice ella, feliz de tener a ese
hombre junto a ella.
– Bueno, las mujeres son como los libros, querida, los
adoro. Pero cuando me casé contigo, decidí no leer más. No necesitaba nuevas
historias que me entretuvieran, pues te tengo a ti para crear juntos nuestra
propia historia –
– Lo sé querido, discúlpame por haber bromeado con algo así,
no fue mi intensión herirte –
– Lo sé, por eso te pido disculpas por lo que diré –
– ¿Qué cosa? – Pregunta ella, extrañada.
– Esa mujer que acaba
de pasar es como mi historia favorita derramada en un libro, tapa dura, hojas
gruesas y resistentes, con miles y miles de páginas con la historia más
profunda y emocionante que podría leer. Posee una letra tan pequeña que
demoraría semanas en terminarlo. No quiero ni necesito leerlo, pero si por arte
de magia el libro saltara del estante donde lo dejé y comenzara a seguirme y a
narrarme mis partes favoritas de la historia, lo más seguro es que decidiría
tomar el libro, irme a la playa yo solo y leerlo sin parar de principio a fin,
solo haciendo pausas para mis necesidades básicas y durmiendo lo menos posible
– ¿¡Qué!? – Descarga
la mujer asombrada, con los ojos como plato. Él serio, con la vista puesta en
el horizonte, concluye su ilustración de la situación.
– Querida, la posibilidad de que ese libro salga del estante
y me susurre partes de la historia es una fantasía, jamás pasaría. ¿O acaso has
visto alguna vez un libro que se mueva solo y hable?–
Sin poder contenerse más, el marido comienza a reírse de
espalda en el suelo, sin poder contener la emoción de derrotar a la mujer en la
broma que ella había iniciado.
– Me lo busqué –
– Así es preciosa, pero sabes lo que me apetece ahora –
– ¿Qué cosa? –
– Acabo de recordar algo que escribí el otro día en mi
libreta y me gustaría volver a leerlo un par de veces –
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