¿Cómo manejas las emociones?
No puedes pensar en el genérico si apenas te conoces. No
basta con imaginar la reacción, falta la otra parte en la situación, esa parte
que se contrapone a nuestra interpretación. Si eres el protagonista del conflicto, ¿cómo salvas
el paso si en realidad no puedes leer la mente de tu oponente?
Su interpretación en una situación adquiere el carácter del
misterio, solo por el hecho de que nunca sabremos que pasa ahí afuera, fuera de
nuestra mente.
Aquí los novelistas tienen campo abierto para la creación.
Por eso a veces nos encontramos con historias tan fantásticas.
Pero en la vida real, ¿cómo es? Esa pregunta me carcome a
veces. Es como la pregunta de “si un árbol cae en el bosque, pero nadie lo vio.
¿Cayó realmente?”
Aquí está el terreno fértil de la política, por eso hay
relatos doctrinarios tan aberrantes como mágicos. Todo el espectro humano se puede
esconder detrás del misterio de la contraparte y el político hábil será capaz
de crear un relato en cualquier conflicto, un relato de esos que mueven
montañas. Solo queda aceptar a la condición humana básica de la situación: un
político hábil moverá montañas tanto por altruismo como por interés propio. El
fin no es la cuestión, es la habilidad de manejar las emociones.
Y la habilidad extrema abruma, ¿no? Cómo reconocer altruismo
en ese “animal” político que consigue todo lo que quiere, en especial cuando
siempre existirán los disidentes y en especial cuando los pensantes se
encuentran en el pequeño pueblo de los que tuvieron una buena educación. “Pueblo
chico, infierno grande” dice el dicho.
He ahí la madre de las ciencias sociales, ahí, en la
fundación de nuestras relaciones sociales occidentales. Porque en occidente
somos herederos de la república. El catolicismo es un parásito que llegó
después. Solo por eso nos salvamos de ser una versión cristiana del medio
oriente. Solo por un tema temporal.
Aunque no sabemos a nivel individual lo que hay en la contraparte,
la ciencia humana aprendió cómo navegar en incertidumbre. Las ciencias
sociales, en todas sus dimensiones, nos revelan una masa humana tan mágica como
predecible.
Más aberrante que el tráfico de armas es el adoctrinamiento
político, porque hoy el ser humano ha aprendido a hacerlo tan bien, que su
poder no se condice con la ética que vemos aplicar a nuestro alrededor.
En el mundo real, la ciencia da poca esperanza. Lo
predecible de la masa humana demuestra que el caos está en la heterogeneidad de
intereses de esos pocos con educación y poder.
Así como vamos aniquilando a la diversidad biológica, el
sistema imperante va eliminando la heterogeneidad de actores relevantes.
La única pregunta que me queda por resolver es si esa
extinción masiva y reducción de la heterogeneidad es un equilibrio estable o
no.
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