Mientras más lo medito, más me convenzo que la evolución de
las comunicaciones parece ser la consecuencia irrefrenable de nuestro
crecimiento poblacional. También puede ser visto como la condición necesaria
para la estabilidad o mantenimiento de este crecimiento, según como se mire.
Convengamos en que resulta difícil realizar tales afirmaciones
sin algo de justificación, pero no es mi objetivo ahora. Puedo indicar como
supuesto fundamental que la existencia de la sociedad moderna es el reflejo de
esta suerte de estabilidad (principio antrópico), caracterizada principalmente por
la democracia. La democracia puede usarse como el concepto que mejor representa
a la sociedad moderna. Estoy consciente de que ésta está ampliamente
cuestionada, pero es un referente común.
Lo que estaba pensando es la fragilidad de esta estabilidad,
entendiendo que la evolución de las comunicaciones son las que han sustentado
en gran parte el aprendizaje social que da cuerpo a la suerte de estabilidad
que comento.
Este aprendizaje social hoy en día es global gracias a las
comunicaciones, por lo que es más fácil encontrar discursos comunes ante
problemáticas locales. También sustenta el aumento de la diversidad social,
pero eso también es otro cuento.
La fragilidad que observo se basa en que damos por sentado
la existencia de estas redes de comunicación, por una parte, y que además no es
parte del debate las características de su existencia. Por ejemplo, hace poco salió a la luz la negativa de Apple al
FBI de facilitar el desbloqueo de sus aparatos, lo cual indica que pese a esta
evolución tecnológica aún persisten enormes presiones por su control. Si vemos
casos como Snowden o Wikileaks, por mencionar lo más conocido, sabremos que la
lucha entre la libertad de circulación de la información y la restricción que
proviene desde personas sin rostro es feroz. También es una lucha tan antigua
como la historia misma, pero hoy esa lucha tiene consecuencias globales que
para la mayoría de las personas pueden pasar desapercibidas.
Además de esta lucha entre poderes históricos, nos
enfrentamos a retos más novedosos, como el mismo hecho de la globalidad. Lo que
antes era material de historia de pueblos o naciones, si tenemos la suerte de
sobrevivir a esto, mañana será historia de todo un planeta.
Lo que la historia nos enseña sobre las caídas de los
imperios, los movimientos de las fronteras y otros hechos son solo el “big
picture” de temas muchos más básicos y cotidianos, relacionados con la
vulnerabilidad y el dolor de las personas más desposeídas, las más ajenas a
estas luchas de “gran envergadura”. Durante mucho tiempo hemos estudiado esas
grandes luchas y durante mucho tiempo también hemos ignorado sus mayores
consecuencias: el número de personas afectadas.
Hoy, debido a la globalización, el panorama de un colapso
catastrófico de las redes de comunicación es también global. Parece además que
nuestros “grandes” líderes no dan un peso por este aspecto. Nadie parece verlo salvo los mismos
potenciales afectados.
La fragilidad pasa, finalmente, por las mismas razones que
los imperios, naciones, familias y “tendencias” tienen una existencia efímera
en la historia humana. No importa qué tan grande sea el sueño o la lucha, está
siempre declina ante las luchas de unos pocos que lo quieren todo.
Tal vez se ha exaltado demasiado la posibilidad de concretar
“el sueño”. La posibilidad de alcanzar la cúspide de algo. Mucho se ha ignorado
sobre los grandes abismos necesarios para esto. Para toda gran construcción se
requiere cavar un hoyo igualmente profundo. El mejor ejemplo son los niveles de
desigualdad local (intra-urbanos), regionales (intra-naciones), continentales y
globales. Como un buen fractal, la desigualdad se replica sin grandes
diferencias a distintas escalas espaciales.
El bien común está en segundo plano, si es que ha existido
alguna vez. La acción individual sigue siendo predominante respecto a la acción
de la mayoría, dando por el suelo el concepto de democracia. Visto así, estamos
en una estabilidad inestable, instantánea, solo una fotografía del transcurso
histórico.
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1 comentario:
El hombre siempre preocupado por el poseer y no en el ser.
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