El Melón
No me gustan los melones, pero
recuerdo el instante en que comencé a respetar esta popular fruta y, de paso,
me condujo por los misteriosos caminos del melón con vino, alias Melvin. Ahí
estaba yo, con un pequeño escudo en la primera línea de la que sería la última
Toma del Puente, cuando veo un enorme melón volando hacia mí. En un segundo
cuestioné mi sanidad mental y aun con el melón golpeándome en el estómago
pensaba “esto no puede ser posible”. Días después me ofrecieron un Melvin y,
por primera vez, decidí probarlo. Un gusto violentamente adquirido debo decir.
La Píldora
Nadie puede saberlo, pero en
Filosofía I hicimos un pacto secreto. Yo no les conté, pero el profesor R nos
explicó que las píldoras en frente de nosotros nos daban una posibilidad de
elegir. La píldora azul nos permitiría seguir con nuestras vidas normalmente,
mientras que la roja introduciría caos a nuestra vida. Sólo debíamos tomar
ambas y decidir en nuestras casas. Nadie debía decir cuál tomó, ese era el
pacto. Nunca nos volvimos a ver con mis compañeros. Ni siquiera recuerdo sus
caras. Lo único que recuerdo es a Adam Smith agarrándose la cabeza con
desesperación mientras escribía algo.
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